jueves, 14 de julio de 2016

El fútbol como arma

Jorge Rafael Videla
En 1976 un golpe de estado encabezado por el ejército argentino con Jorge Videla al frente, derrocó a la presidenta María Estela Martínez de Perón, viuda de Juan Domingo Perón. Ese golpe de estado sumiría al país en una de las peores etapas de su historia. 
El mismo día del alzamiento militar, el 24 de marzo, la selección argentina de fútbol se encontraba en la lejana Chorzow para jugar un amistoso contra Polonia (en aquel entonces un gran equipo que había sido semifinalista en el mundial 74). Los militares, que habían cortado la señal de televisión en todo el país, volvieron a abrirla para emitir el partido en directo. Argentina ganó el partido 1-2 (el loco Houseman marcó uno de los goles) y el gobierno de facto ganó tiempo y quizás algo de calma con tal acto. 
Faltaban dos años para el Mundial de Fútbol y los militares vieron el fútbol como una forma de distraer la atención de los argentinos. El evento fue todo un éxito para el país, se ganó el torneo (no hay pruebas de ello pero se suele comentar que de una manera no muy limpia) y, una vez más, un gobierno utilizaba el deporte (en este caso el fútbol) como opio para el pueblo. Como un arma de control.
Ejemplos como el que se relata en esta entrada hay muchos, por desgracia. Y hay además algo a lo que quizás no se le de tanta importancia: la complicidad de sus actores. En el caso de Argentina hubieron voces críticas, como la del propio seleccionador Cesar Luis Menotti, quien se oponía frontalmente al régimen militar. Otros futbolistas dijeron no darse cuenta de lo que pasaba. 
Pero no hace falta llegar a una dictadura para criticar al mal gobernante. 
En España, durante los duros años de la crisis, con recortes presupuestarios, ley mordaza y demás lindezas contra el pueblo, la selección española de fútbol consiguió sus mayores éxitos (2 Eurocopas y 1 Mundial) y nunca pudimos oír a ninguno de sus futbolistas levantar la voz contra las injusticias que tenía que soportar el pueblo. Oportunidades tuvieron y solo se acordaron de compañeros que ya no estaban (me parece correcto, no lo critico), de hacer chistes o ponerse a cantar. Y eso, de alguna forma, les convierte en cómplices. Un futbolista no debería permitirlo. El fútbol nunca debe ser un arma contra el pueblo.

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